Reescribiendo en el blog y reescribiendome a mi mismo

Este blog ha estado abandonado un buen ratote. No es que se me hayan acabado las ideas dementes para comentar aquí. Por ejemplo, estoy convencido de que el sonido de aviso que las puertas del metrobús de la ciudad de México está concebido específicamente para irritar a las personas, no para evitar que puerdan sus miembros por dejarlos de fuera. También estoy convencido de que el ruido debe haber vuelto a todos los conductores de metrobús psicópatas peligrosos que sólo se contienen de asesinar a los pasajeros por las dificultades de conseguir otro empleo en este país de superabundancia relativa de mano de obra.

Como sea, no escribo para debrayar. Son las dos de la mañana y estoy libre de drogas. Por lo tanto, vuelvo a ser el eterno insomne que solía escribir aquí en sus ratos libres. El tema que me ocupa esta noche es la reinvención de mi mismo. La vida me ha forzado a abandonar mis sueños e ilusiones. Ya no aspiro a cambiar las cosas retorcidas en el mundo, de hecho, no sé si quiero seguir señalandolas, aunque todavía no puedo evitar hacerlo.

En el último post comentaba sobre mi ineptitud y las dificultades para lidiar con mi propia existencia. El universo decidió que sería buena idea ponerme en una situación en la que no me quedara otra que conseguirme una existencia nueva. Más que pena por las implicaciones de este destino, ahora lo que siento es alarma por la rapidez con la que estoy destruyendo cosas y convirtiéndome en alguien que no conozco.

¿Era realmente necesario mandar al demonio a casi todos mis amigos? Yo creo que si. Ellos eran amigos del yo que era antes y las cosas que nos unían eran las partes de mí que ya no son más. Incluso las historias compartidas pierden sentido cuando uno deja de controlar quién es. Antes, el miedo a perderlos a ellos me hacía querer evitar los cambios en mí. Pero como los cambios llegaron a la fuerza, al final fue relativamente fácil cortar con ellos. Igual que quitarse un curita.

No voy a decir que no extraño tener gente que escuche lo que sale de mi cabeza (de hecho, por eso vuelvo a escribir ahora aquí). Pero my so called mates parecen tan lejanos ya que no sabría si quiero que sean ellos los que cumplan esa función. Sus vidas tienen direcciones y características completamente distintas a las que se perfilan en la mía. Los recuerdos que me traen son de cosas que me resultan chocantes o incomprensibles. Es escalofriante pensar que un día dejé de ser yo sin darme cuenta.

¿Qué sigue? La verdad es que no lo sé... Sigo destruyendo cosas y es difícil ponerme a reflexionar por ahora. Ni siquiera sé si mi capacidad de reflexionar en estas cosas sobreviva. Sin embargo, me queda claro que ya no quiero nada de lo que tenía antes y que ya no aspiro a nada. Mis viejas nociones del bien y el mal, de lo sagrado y lo debido se han perdido. Sin filosofía, mi humanidad me llevará a la existencia sin gloria o a la muerte cobarde. Con suerte no me sentiré vacío, porque creo que mi capacidad para apreciar la falta de sentido de una vida así tampoco sobrevivirá mucho tiempo.

Hoy por la mañana tuve una escalofriante visión de las transformaciones que todavía me falta hacer. Antes, mi viejo yo hubiera estado opuesto por principio a hacer las cosas que me mostraron. Sin embargo, ahora creo que es inexorable. Voy a terminar siendo alguien muy distinto y lo único que me queda es emitir la última queja antes de dejarme llevar. My so called mates me impulsaron por mi propio bien a esto. Me pregunto si se dieron cuenta de que ellos también renunciaron a mí. Me pregunto si extrañarán al viejo yo. Me pregunto si, cuando todo esto acabe, yo podré extrañar al viejo yo. Seguramente no y no quedará nadie para sentirse triste al respecto.

Por eso dedico esta entrada a mi reescritura. Un pequeño requiem por el gragrofe que me caía tan bien. Que la virgencita de Guadalupe abogue por él, pero quién sabe... tal vez sí era necesario que se fuera.

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